Ser inteligente es saber muchas
cosas,
Ser sabio es aplicar lo que uno sabe
a lo que uno hace
-Anónimo-
Hace aproximadamente 61 años, en el 1956, el estadounidense y
experto en informática John McCarthy, utilizó por primera vez el término
inteligencia artificial, para referirse a los algoritmos que permiten la
creación de programas informáticos, que a su vez imitan el modo de
funcionamiento del cerebro humano.
En la actualidad se habla de SmartPhone, y de esa forma se pretende
atribuir a un aparato el calificativo de inteligente, pero ¿Es atribuible el concepto de inteligente a un aparato o máquina
tecnológica? ¿Es posible imitar la capacidad de pensar del cerebro humano?
¿Será que estamos en presencia de una nueva forma de espejos metálicos, con los
cuales nos quieren convencer de que no somos civilizados y que por tanto
necesitamos ser nuevamente colonizados o descubiertos? ¿Por qué se invierten
miles de millones de dólares tratando de crear inteligencia artificial si
tenemos precariedades en los sistemas educativos? ¿Acaso pretendemos que las máquinas
logren hacer lo que supuestamente no hacen los seres humanos?
Con la entrada del nuevo milenio y la instauración del Y2K, el mundo se vio
envuelto en una invasión tecnológica fundamentalmente matizada por la
divulgación y masificación del uso del internet, por la inserción de la
computadora y la automatización de los servicios públicos, así como la
utilización de los sistemas operativos.
Se entiende por inteligencia: “la
facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones
y formarse una idea determinada de la realidad”. (Oxford, 2017)
Veamos a continuación algunas reflexiones o consideraciones sobre
aquellos aspectos que sirven como punto de partida para la aplicabilidad al
contexto educativo.
El primer argumento es que: somos
escultores de nuestro cerebro ya sea aceptando la estimulación temprana de los
tutores o con lo que pensamos, con las vivencias, con lo que vemos, hablamos, aprendemos
en contacto con otros cerebros y de ahí la importancia del trabajo
colaborativo, aprendizaje vivencial-experiencia. En este sentido la educación
debe convertirse en estimulador teniendo como función la construcción del
cerebro de las nuevas generaciones, apoyada en la plasticidad cerebral a través
de la cual se puede lograr la modificación cognitiva estructural, pues a medida
que aprendemos nuestro cerebro se modifica. Se debe entender que no solo somos tecnología, también somos
historia, sociedad, somos cultura y somos emociones. En tal sentido, deberíamos
preocuparnos por crear modelos de cómo queremos que sea nuestra sociedad a
través de la educación del cerebro de los ciudadanos.
La inteligencia artificial puede imitar acciones de la mente humana
previamente programadas, pero ¿Podrá lograr el análisis lógico? ¿Podrá
percatarse de lo que acontece alrededor, procesar la información, sacar conclusiones e inferir
nuevas conclusiones no programadas?
Segundo argumento: el paso del
jeroglífico al lenguaje fonético tardó 2000 años, mientras que en el desarrollo
normal de las etapas para la adquisición del lenguaje en el niño se logra entre
los dos primeros años de vida, lo que evidencia la capacidad de los cambios
neuronales experimentados por el ser humano a través del tiempo. Esta
información aparejada con la realidad de que como sostiene (Noah Chomsky, 2007):
“nacemos programados para hablar”, aunque
es importante tomar en cuentas que los seres humanos tenemos un periodo
crítico durante el cual es más fácil
aprender el lenguaje, en este periodo somos como una esponja, ya que es el
periodo de mayor plasticidad y se extiende desde el nacimiento hasta la
pre-adolescencia.
Si sabemos que un niño hasta los 8
meses es un oyente universal, esto debería
promover un repensar sobre la metodología y la forma con la cual hemos
concebido la alfabetización de los alumnos.
“Una sola zona del cerebro parece ser
la encargada de asumir la función de reconocer la palabra visual, ubicada en el
hemisferio cerebral izquierdo, en su cara inferior.” (Gareth,
C. 2011)
Tercer argumento: nuestro cerebro no es más que modelos de
acciones, donde proponemos acciones prediseñadas en las que se presupone un
determinado comportamiento. Ejemplo: el saludo. ¿En qué medida este
postulado puede ayudar en la formación inicial de docentes, fundamentalmente en
el establecimiento de modelos educativos, que presupongan prácticas de calidad
académica?
La respuesta puede ser afirmativa y
reforzada con otro concepto: las neuronas espejos, las cuales permiten que las
mentes de los seres humanos sean espejo de las otras. En consecuencia si
logramos tener profesores excelentes y capaces de convertirse en modelos de
acción sobre las mejores prácticas educativas, entonces, tendremos mayores
posibilidades de que los alumnos modelen dichas acciones, y probablemente no
tendremos que invertir tantos millones en la creación de la inteligencia artificial.
Cuarto argumento, Carr, N.
(2011), sostiene que: ¨mientras más inteligente es el
ordenador, más torpes somos nosotros¨. Esta frase pone manifiesto la visión del autor
de la misma, mediante la que se puede concluir que: atribuirle al computador
las capacidades del cerebro, deviene en perjuicio del hombre. Esto es un tema a
discutir, pues todavía no tenemos investigaciones concluyentes que afirmen o
nieguen tal aseveración, lo que sí sabemos es que el uso de la tecnología está
cambiando la forma de pensar de los seres humanos en torno a cómo vemos el
mundo.
¿Qué pues dirán?, ¿qué reniego lo
tecnológico?, no en lo absoluto, solo abogo por volver a darnos cuenta que el
robot es una inventiva de la mente prodigiosa e inteligente de los seres
humanos, estoy invitando a que no nos quedemos absortos ante el robot que habla
y camina, pero que no piensa, porque no tiene neuronas, porque es artificial.
Miremos alrededor y veamos a nuestros niños, a nuestros estudiantes, contempla
en ellos el cambio actitudinal, los saberes que emergen de las practicas con
las cuales transforma el medio y a su vez es el medio que los transforma.
A
modo de conclusión
La neuroplasticidad: es la capacidad del
cerebro de regenerarse a sí mismo, de cambiarse a sí mismo, es el elemento
esencial para comprender los procesos de aprendizaje, desarrollo y recuperación
de las funciones cerebrales. Para aprovechar al máximo la neuroplasticidad es
necesario crear ambientes enriquecidos, que son aquellos en los cuales los
niños son estimulados en lo cognitivos, afectivo y en lo emocional.
El docente de hoy precisa conocer los
aportes que desde la neurociencia se ha hecho a la educación para poder mejorar
su práctica, además necesita apoyarse en la energía del grupo para hacer su
trabajo de educador, y el grupo necesita nutrirse de la energía del docente. Es
importante saber que hay redes cognitivas, no hay una zona específica para el
desarrollo cognitivo. Una evidencia de esto es que si se pierde un área del
cerebro otra ocupa sus funciones (esto contradice la teoría locacionista). Los
cambios en el cerebro son globales, no zonales.
Igualmente una lección en un punto de la
red, afecta a toda la red, por lo tanto la pérdida de una red neuronal provoca
la afectación de todas las otras. Esto
se conoce como síndrome de la desconexión. Nuestra función como educadores es
estimular dichas redes. A mayor uso de
las neuronas, mayor circulación sanguínea, por lo tanto mayor actividad
cerebral.
“El cerebro dispone
de redes neurales especializadas, que nos permiten crear ingeniosas hipótesis
sobre cómo opera la mente de otras personas. A partir de estas hipótesis
anticipamos y predecimos con acierto las conductas de los demás.” (García, E. 2008).
Los países del primer mundo, las potencias
económicas, las llamadas primeras culturas, a través de la historia han buscado
mecanismos para demostrar que tienen el poder, lo han evidenciado con el uso de
las armas, con la supremacía deportiva y ahora con el uso de la tecnología. Seamos
inteligentes, no pongamos tanto énfasis en lo artificial, preocupémonos por lo
real.
“Poner la ciencia y la tecnología en función de
la educación, aumentaría el
capital humano, contribuiría al desarrollo social y a disminuir la desigualdad y la exclusión social.” (Beras, J. 2013)
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